domingo, 28 de diciembre de 2014

EQUILIBRIOS



    El viejo gustaba de enseñar equilibrios a su esmirriada cabra y nosotros seguíamos embelesados las que veíamos como increíbles cabriolas: vueltas y revueltas que realizaba aquel empecinado animal, dibujando una sonrisa en nuestros labios
    Destilaba magia y amor cada movimiento del conjunto que conformaban el enjuto hombre y la huesuda cabra.
    Luego, cuando el animal empezaba a cansarse, con rápidos giros de sus manos dominaba el aire el anciano y nos embrujaba a todos, haciendo aparecer y desaparecer una misteriosa bolita de color rojo.
    Y después, inventaba sueños haciendo nuevos equilibrios, esta vez con la palabra, para convertirlos en bellas historias con cuerpo de rima, embelesando y alimentando nuestros oídos, nuestros corazones, mientras la cabra dormitaba a su vera.
    En aquel pequeño solar, entre cascotes y suciedad, también nosotros hacíamos equilibrios, niños que escapaban al hambre y al dolor, a la cruel realidad de una dura posguerra. Allí podíamos vivir otra vida, huir de nuestras verdades, soñar con mundos mejores unas pocas horas al día, siempre al atardecer, justo antes de que despertaran las sombras.

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