miércoles, 10 de diciembre de 2014

EL HILO DE ORO




El niño descubrió el hilo de oro en el suelo y lo tomó. Tiro de él pero nada sucedió. Decidió seguirlo y fue enrollándolo en su brazo conforme avanzaba. El hilo lo llevó hasta el parque y allí hasta un banco donde había un grueso libro descansando del que salía el hilo de oro. El niño se sentó en el banco y tomó el libro y lo abrió. Lo llenaban letras de oro, de la primera de las cuales, una “A”, nacía el hilo que él había ido liando en su brazo. Curioso, comenzó a leer y conforme lo hacía las letras se fueron desvaneciendo convertidas en hilo, envolviéndolo a él. Absorto en la lectura no tuvo conciencia del tiempo y permaneció allí leyendo, con los ojos del corazón abiertos de par en par, sintiéndose parte del libro y de las letras que lo envolvían. Fue héroe y villano, fue joven y anciano, fue gigante y enano, fue monstruo y delfín, fue grande y pequeño, vivió mil vidas, visitó mil lugares increíbles, libró mil batallas incruentas y venció en mil difíciles encuentros. Pero sobre todo, cuando la última letra del libro llegó hasta él convertida en hilo de oro, supo que ellas formarían parte de él para siempre y que su vida sería no un libro sino muchos y que los compartiría con los demás para hacerlos tan felices como él lo era en aquel momento. Se levantó del banco del parque y, llevando el libro en blanco bajo su brazo, caminó convencido de que sería capaz de llenarlo de nuevo con cientos de historias nuevas, escritas en letras de oro, para que otros se vieran enredados por ellas. Había nacido un NOVELANTE.

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