domingo, 18 de octubre de 2015

DEJARÉ ATRÁS



Dejaré atrás los días grises sin palabras
y las negras noches de silenciosas lágrimas,
dejaré atrás los recuerdos que hurgan en el alma
y los lastres de incontenibles desesperanzas,
dejaré atrás el aullido triste de los lobos
y la voz hechizante de sirenas engañosas…

Y avanzaré hacia ti sin titubeos
por el camino que se abre ante mis ojos
y que mis pies hollarán con reverencia
hasta encontrar la paz entre tus brazos,
hasta fundirme con la cálida frescura
de tus senos,  
                          de tu piel,  
                                              de tu mirada.

JF
07/09/15

DE CÓMO SE CREÓ A LOS HOMBRES (LEYENDA DE LOS PIMAS “PIELES ROJAS”)



  Cuentan las leyendas que el país indio fue creado por el Manitú Dios Supremo y fue como si hubiera extendido una gran manta para poner a los indios en ella. Y aquel fue el tiempo en que los ríos empezaron a correr.
  Después creó los peces en esos ríos y puso ciervos en las montañas.
  Luego, cuando los indios tuvieron vida y echaron a andar, vieron la caza y los peces y supieron que habían sido hechos para ellos… crecieron y se multiplicaron como pueblo.

  Pero el hombre fue creado por el Mago o Hacedor del Hombre que descendió a la gran Isla y se instaló en su morada construida al abrigo de los vientos de norte y del oeste en la ladera de la Gran Montaña. Y allí decidió fabricar a los hombres utilizando para ello arcilla. Pero antes debió construir un gran horno donde cocer sus carnes y darles vida.
  Estando en plena labor de creación apareció por el lugar Coyote y, con sus dotes de embaucador y burlón ridículo, interfirió en el delicado trabajo diciéndole al Mago.
  -Creo, amigo Mago, que cualquier cosa que cuezas en ese horno ya está lo suficientemente hecha.
  El Hacedor del Hombre reconoció en la figura que le hablaba al Coyote y, aunque sabía de su estupidez y sus mentiras, también sabía que era parte integrante del milagro de la Creación y que tenía poderes para realizar buenas acciones, puesto que él es el responsable de esparcir las estrellas en el cielo, entre otras comisiones. Por ello admitió sus palabras y cayendo en su trampa le preguntó:
  -¿Estás seguro de lo que dices, Coyote?
  Jovial y burlón el aludido respondió.
  -¡Ya lo creo, señor! Compruébalo tú mismo sacándolo del horno y mostrándomelo.
  El Mago hizo lo que le solicitaba y extrajo a las criaturas del horno, a resultas de lo cual la arcilla quedó muy poco cocina y por tanto blanquecina. Y de este modo aparecieron en este mundo los hombres blancos… que con gran contrariedad huyeron del lugar y se esparcieron por la tierra.
  De nuevo el Coyote le hizo una nueva recomendación:
  -Si el calor del horno no ha sido suficiente para acabar de cocer tus criaturas, haz otras y mantenlas más tiempo entre las llamas de la jábega.
  Al Hacedor de hombres le pareció buena la idea del embaucador: conformó nuevos humanos con la arcilla que extraía de la montaña cercana y los introdujo en el horno ardiente, manteniéndolos en esta ocasión más del doble del tiempo que estuvieron los anteriores que quedaron blancos y… cuando los saco a la vida aquellas otras criaturas había sido quemadas y la negritud les había invadido.
  Ante estos resultados el Hacedor del Hombre despidió enfurecido al Coyote, que desapareció rápidamente a lo largo de la gran llanura del sudoeste en busca de otros a quienes poder embaucar y reírse de ellos.
  El Mago ordeno llevar a blancos y negros a ultramar, más allá de la Isla y, una vez asegurado que allí descansaban, tomó pacientemente nueva arcilla y moldeó con ella a nuevos individuos y, como ya había aprendido a tomar el punto de cocción justa que tenía que hacer, se dejó llevar por su instinto y los extrajo del calor en el momento exacto creando así a los primeros pimas (pieles rojas) a los que entregó la tierra para que la poblaran y surgieran de ellos todas las tribus de la pradera.
                                                                        

(Recreada del libro “Historias Mágicas de los Indios Pieles Rojas” de R.Benito Vidal)

LA SOLUCIÓN FINAL



   Sonó irritante el teléfono por tercera vez aquella mañana en el despacho del Gobernador. Al otro lado del aparato el Prefecto Regional habló con voz aflautada y metálica.
   -Señor, ha vuelo a suceder. Hoy se han desconectado veintitrés más y algunos incluso han destruido los receptores de imagen.
   -¡Malditos insumisos! –bramó airado el Gobernador-. Se propagan como un virus.
   -Sí, señor. Los afectados han sido detenidos, a la espera de su mandamiento para ser llevados, como siempre, al Jardín Taxonómico para su oportuna reconversión en adaptados ciudadanos.
   -Perfecto. Envíeme el informe cuanto antes para proceder – conluyó con firmeza el mandatario.
   -A sus órdenes, señor – acató servil el Prefecto.
   Tras colgar el auricular, golpeó furioso la mesa con su puño. Pasó su pañuelo por la sudorosa calva, secando las gotas que la perlaban, y retomó su tarea.
   Una tras otra fue abriendo carpetas y firmando los impresos de “Procedimiento Urgente para Internados en el Jardín Taxonómico”.
   De una manera o de otra, pronto acabaría con aquella pesadilla de los rebeldes insumisos.
   Lobotomía, lobotomía, lobotomía…

JF.
18/10/15

MI PARAISO



Les dejo mi maltrecho y viejo cuerpo sentado en la butaca, sonriendo bobaliconamente, participando del borreguil silencio en esta aséptica residencia, dejando morir el tiempo mientras el torturante machaqueo del televisor absorbe cerebros, anula albedríos.
Como cada noche vuelo rejuvenecido hasta mi paraíso oculto al resto del mundo, donde ella me espera, bendito reencuentro con la felicidad.
Juntos reiniciamos el rito de hacer de nuestras almas una y de nuestro amor un inmenso océano de vida. En un instante que semeja una eternidad vivo con tal intensidad que no necesito vivir más.
                                  Esta vez creo que no regresaré

viernes, 9 de octubre de 2015

EL CUERNO DEL DIABLO



   -Guardaos de entrar en esa espelunca, caballero –le dijo el rabadán, haciendo bailar en su boca un palillo de biznaga-, o perderéis por siempre la alegría y la vida.
   Su voz tenía una dulzura extraña, moldeada tal vez por los años de soledad en la montaña.
   -¡Nada temo! –insistió con vehemencia el guerrero- En lances más oscuros y peligrosos me vi y de todos ellos salí con bien.
   -En consciencia os lo digo, pues no quisiera ser yo cómplice de vuestra desgracia. Asomad si os place y podréis ver la armadura del último que en ella se introdujo, con más agujeros que un colador, los emblanquecidos huesos de su portador y los tiznes del fuego que mana de las fauces del cornudo demonio que habita tan lóbrego agujero.
   -Al tal demonio cornudo vengo yo a buscar, y varios sé que han sido los que me han precedido en esta búsqueda…
   -Centenares y todos murieron destrozados.
   -¡A mi amada prometí un cuerno del diablo!... Aunque –vaciló levemente en su afirmación- quizá no sea tan buena la idea de morir en el intento.
   Sonó, proveniente del interior de la gruta, un eructo y un bramido, que hizo estremecer al caballero, provocando que el latido de su corazón martilleara en su sien.
   -Tiene hambre el jodido –murmuró el pastor-. Os ha olido, mi buen señor. Con algo habrá que calmar el jilorio que ahora siente.
   -¡Dios, en qué trance me coloca tan estúpida promesa!
   -Yo os puedo auxiliar. Por unas monedas de plata haré llegar uno de mis corderos al monstruo y os daré un asta del diablo que un valiente logró cortarle antes de morir.
   -¡Sea! –confirmó el otrora gallardo, lanzándole al ovejero una bolsa con monedas.
   Con parsimonia tomó la bolsa guardándola en su faja, abrió su zurrón y le tendió un retortijado cuerno rojo, a continuación empujó a uno de sus corderos hasta el agujero y lo hizo entrar.
   Se escucharon bramidos y balidos, luego un atronador eructo y silencio.
   -Le ha parecido exquisito, sin duda –dijo el dulero-, podéis marchar tranquilo que satisfecho y sosegado quedó el monstruo, de momento.
   Guardó el cuerno el caballero y salió corriendo en busca de su corcel sin siquiera devolver los saludos del cabrero.
   Cuando desapareció, se acercó el pastor sonriente a la boca de la gruta.
   -¡Tasio! –gritó- Ya puedes sacar al cordero, que otro necio marcha al galope con un cuerno de cabra en su talega y sin dineros.

JF.
26/09/15