domingo, 22 de marzo de 2015

AL BORDE DEL CAMINO



Caminaba dolorida, cargada con un pesado fardo a sus espaldas, tirando de la cuerda que ataba a modo de arnés la cabeza del tozudo mulo; soportando las palabras de desprecio de su esposo y dueño que, a horcajadas sobre el macho, iba golpeando con su varita de cerezo ora el lomo del animal ora la cabeza de la mujer cubierta por el asfixiante burka.
El sol castigaba sin piedad calentando las piedras del camino y los cuerpos de los viajeros que atravesaban la montaña con paso cansino, haciendo equilibrios por el sinuoso y estrecho sendero para no caer al fondo del profundo barranco.
El hombre detuvo la marcha para poner pie a tierra. Descolgó el odre de agua y bebió un buen trago, después llenó su mano con el liquido refrescante y se lo ofreció al mulo que bebió con fruición, finalmente volvió a llenar su mano y se la tendió a la mujer que, levantando ligeramente el burka, sorbió con mesura.
Tras colgar de nuevo el odre, dedicó unas palabras de cariño al animal y se dispuso a subir a su lomo, con tan mala fortuna que empujó a la bestia obligándola a dar un traspiés, apoyando mal sus pezuñas en una roca suelta que no aguantó el peso del mulo, cediendo, precipitándose al barranco, provocando al desprenderse la falta de sostén del macho y su caída al vacío llevando al hombre cogido a su cuello.
La mujer soltó instintivamente la cuerda que en su mano sujetaba evitando ser arrastrada.
En silencio, dejó el fardo y se asomó, para ver, retorcido y sangrante, a su esposo y dueño en el fondo, junto al cadáver del mulo.
Escupió, se desprendió del burka dejándolo sobre el fardo y, lentamente, prosiguió su camino, libre, sin volver la vista atrás ni una sola vez.

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