Lágrimas
candentes brotan de mis ojos,
lacerando
al caer mis mejillas y mi alma,
lágrimas
que tienen el color de la impotencia,
del
triste olvido de tanta vida muerta,
de
tanta muerta vida.
Lágrimas
con textura de sueño perdido,
del
sangrante sueño de un incierto mañana.
Lágrimas
ardientes que queman verdades y mentiras.
Y me
duele la indolencia de quienes no tienen ojos,
ni
oídos,
ni
corazón,
ni
sentimientos,
ni
sueños.
Que
solo son roca fría en un ardiente desierto
Y yo
siento que soy lodo
perdido
en el lodo del mundo
y mis lágrimas se licuan
y el
silencio que me envuelve se conmueve
volviéndose
grito salvaje de mil gargantas heridas.
Y llorando
me consumo,
muriendo
en mi rebelión,
confundido
con la nada,
diluyéndome
en las brumas
de esta
triste introversión.
Sólo
siento que no siento.
Y el
vacio,
parido
dentro de mí,
me
involucra,
me
involuciona,
me
absorbe,
me
hace desaparecer,
perder
mi carnal apariencia.
Y así
me transformo al fin,
tras
tan angustioso llanto,
en
una lágrima estéril
perdida
en un negro piélago
de dolor
y desesperación.
JF. 28/12/2014
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