Tiene
la catedral de Valencia tres puertas de entrada para los fieles, la primera y
más conocida es la de los Apóstoles, de estilo gótico y que es en la que se
celebran los conocidos juicios del Tribunal de las Aguas, centenaria institución
que dirime los conflictos relativos a riegos que afectan a los huertanos (cada
vez más escasos por cierto). La segunda puerta de estilo barroco es la que
queda junto a la célebre torre del Micalet. La tercera puerta, la más antigua
por ser la primera con la que contó la Catedral, es de estilo románico y sobre su
pórtico destacan las representaciones de los siete matrimonios que dicen
financiaron inicialmente la construcción de la Seo.
Es
en esta última en la que hay unas extrañas raspaduras en la piedra,
concretamente en la parte derecha y a la altura del la tercera fila de los
gruesos sillares, que tiene una curiosa leyenda.
Dicen que el diablo, antes de consagrarse el templo, quiso entrar cuando
estuvo concluida la primera fase de su construcción, para tomar posesión y
lanzarle un maleficio pero, más listo que él, lo engaño el despierto deán que
regó con agua bendecida las puertas y la entrada evitando así que el diablo
pudiera abrirlas y éste, enfurecido descargó su ira contra el único sillar que
no mojó el agua bendita, clavando sus uñas para dejar su maléfica, profunda y
ponzoñosa huella sobre la piedra.
Como
siempre, los hay incrédulos que dicen que esas huellas las hicieron los pobres
que se ponían a la entrada del templo para pedir limosna y que allí afilaban
sus cuchillos… ¡Ay de ellos que no creen en el diablo! Pues expuestos están a
que un día se les aparezca y les provoque un buen mal de vientre… o algo peor.
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